martes, 7 de abril de 2015

Santos y festivos

Festivos soleados. Desconexión asegurada. Tranquilidad, mañanas sin madrugones, esto es vida. Y así llega el viernes. Empanada de zamburiñas, y de segundo zorza, deliciosas. Un café con hielo en una terraza. Una pequeña siesta me vendrá bien. Abro la puerta de casa y todo lo invade un sonido penetrante. ¿Qué es eso? La nevera se ha vuelto loca. La pantalla indicadora de la temperatura parpadea a ritmo frenético.  Y ese ruido, ese maldito martilleo.... Suelto el bolso en dirección a la silla del salón, y allá voy. Arrastrarla hasta lograr el espacio suficiente para introducir mi brazo y desenchufar el diabólico aparato. Bendito silencio.

No, no hubo siesta. Unos minutos para cerciorarme de que el truco del reinicio no funcionaba, y tomar medidas de emergencia. O como sobrevivir al deshielo de un congelador en huelga. Lo primero es poner a salvo los alimentos, y para eso siempre están las madres (y los combis maternos).

Ya de noche, y antes de acostarme, una que es tozuda, lo vuelvo a intentar. Y sí, esta vez parece que arranca. Victoriosa me acuesto, y entre pesadillas resuena la cantinela de la avería. Falsa alarma, ya es de día y no se escuchan ruidos amenazantes desde la cocina. Sorpresa: ice age. La leche dentro de la nevera se ha solidificado....

Sábado, tiendas abiertas. De ruta por los pasillos expositores de blancos y plateados frigoríficos relucientes. Parece que sólo hay una dependiente en esta sección (crisis = te esperas que no vamos a poner más personal, y lo sabes). Sonrisa amable, ahora te atiendo. Toma de contacto: pasando revista por medidas, no frost, A+ o A+++ (cuanto más +, más dinerín). Empiezo a aburrirme e impacientarme. Yo sólo quiero una nevera, pago y que me la lleven. Ésa era la idea.... Me he despistado y ya está con otra cliente. ¿Se me habrá colado? Carezco de pruebas para quejarme y exigir justicia. Sigo deambulando y miro el reloj cada 30 segundos. La puñetera pesada no se cansa de interrogar a la chica, y lo suyo no es tomar decisiones rápidas. Ya con el papeleo, yo pegada cual un imán, me entero de que parte del cargamento va a ser una reserva porque no lo tiene claro, y más cuestiones que se le ocurren sobre la marcha... Me apoyo sobre un pie, sobre otro, seguro que mi cara empieza a desencajarse... Pero yo de aquí no me muevo, invadiendo el espacio, nada de distancia mínima de cortesía... Un matrimonio se ha marchado a la zona de los televisores, hartos ya de esperar....

Al fin. En 5 minutos elijo, una de oferta, con una marca conocida (y un servicio técnico que suele responder). A la porra con el mega ahorro energético (más de 200 euros de diferencia). Sí, la abono en tienda. Me informa de los gastos del desplazamiento (la dejarán instalada y retiran el trasto viejo). Y ¿cuándo me la pueden llevar? La quiero cuanto antes. El lunes imposible... únicamente si pago más, y ya paso a ser “de luxe”. Me toca las narices (me imagino al pobre esclavo cargando a peso semejante monstruo porque ya no hay hueco en la fragoneta). El martes por la tarde, llamarán una hora antes... ¿Y una garantía extra por 5 años? Que no, que soy optimista, y me quiero marchar.

En la caja, otra sonrisa encantadora, me reiteran lo de la garantía de 5 años, y ya quedo de cutre, me da igual, que no y no, que si pienso que se me va a estropear no me la compro. “Gracias y hasta la próxima.” Nooooooo....

FIN



Martes 7 de abril de 2015, ya está aquí.







jueves, 11 de agosto de 2011

Agosto

AGOSTO


Mañana empieza agosto, y con él el olor caliente del campo, el olor del cáncer del verano. Las maletas hechas con la misma antelación de cada año, mi corazón igual de dolorido... y es que la soledad absoluta del treinta y uno de julio siempre viene a esperarme.
Mi soledad, pienso al mirarme en el espejo, y el chico que me devuelve la mirada, el chico de pijama gris y negro, el chico delgado al que tanto amé, se echa a llorar, como yo.

Aquel verano hizo más calor de lo normal, castigo añadido al dolor que de por sí ya teníamos. El treinta y uno de julio nuestra madre me despertó temprano, la recuerdo arrodillada entre las dos camas con la mirada perdida en la cabeza sin pelo de mi hermano.
Yo me levanté y la seguí hasta la cocina... Olía a café y a tostadas pero ni ella, ni papá, ni yo desayunamos. Adiviné que algo había sucedido, y efectivamente tenía razón. Mi madre, como siempre había tenido una idea maravillosa.
La maquinilla eléctrica vibraba sobre mi cabeza haciéndome cosquillas mientras el pelo me caía a mechones sobre los hombros. En diez minutos mi cabeza tuvo el mismo aspecto que la de Simón. Nadie podría distinguirnos cuando llegásemos al campo; seríamos igual de idénticos que siempre. Después, mis padres también se afeitaron la cabeza, de esa forma llegó a todos nosotros el cáncer del verano.
Simón, que tenía leucemia, poco a poco se iba marchitando. Al principio los cambios eran perceptibles tan sólo para mí, aunque pronto las huellas de la enfermedad se acentuaban al compararle conmigo. Llegué a avergonzarme del color rosa de mis mejillas, de mi pelo rubio o de mis ganas de correr. Me dolía mi vida. Por todo eso la idea de mamá era tan atractiva. Todos tuvimos cáncer desde entonces, y ya nadie miraría a Simón de la misma manera.
Simón se rió con toda la fuerza que le quedaba. Nunca más volví a ser feliz.

En el campo hacía calor pero Simón siempre tenía frío. Yo le abrazaba con fuerza bajo las mantas y pronto el sudor frío de Simón se confundía con el mío. Y mamá se reía, imagino lo que le costaba aquella risa, de nosotros.
Papá era, sin embargo, mucho más débil. Él era incapaz de reír como nosotros...
Desde los diez años no sé lo que es dormir una noche entera. Ya entonces me despertaba angustiado y después no quería volver a dormirme, y observaba a Simón, su rostro cada vez más pálido, su extrema delgadez. Y a fuerza de no dormir debo decir que adquirí este aspecto frágil y enfermizo que todavía conservo.
Tal vez sea imposible recuperarse de la pérdida de un hijo o de un hermano, pero si es la de tu hermano gemelo, esa pérdida se convierte también en tu propia pérdida. Algo mío se fue con él aquel verano, y no tengo que hacerme a la idea de como sería Simón con el tiempo, porque sé exactamente como sería su aspecto sólo con verme al espejo.
Lejos de odiar los agostos que vinieron a partir de ese año, me gusta que llegue el treinta y uno de julio para correr a refugiarme en nuestros últimos recuerdos.
Llegaré corriendo para sentarme a su lado durante un mes, y contarle cosas del trabajo, de nuestros padres, de mi vida sin él. A pesar de que le veo todos los días, de que le hablo constantemente, necesito la llegada de agosto y estar en el campo, porque los agostos serán suyos para siempre.



lunes, 27 de julio de 2009

una pizca

y si me resisto
pero estoy ahí

aunque no pueda
o no sepa
pero estoy

y si no lo logro
o no quiero lograrlo
pero estoy

cuántas hay
cuántas estarán
y cómo

quién me lo dice
¿tú?
que jamás exiges
que no das para no pedir
que vienes y vas a tu antojo

yo también soy libre
y elijo no estar

lunes, 30 de marzo de 2009

ADIOS al gafe

Una inocente risita, de lo más ingenua es capaz de provocar toda esta cadena de acontecimientos.
Viernes - Otto y yo bajando una de tantas cuestas de esta ciudad. Él a lo suyo, la caza del tesoro, zigzagueando e impredecible en su siguiente quiebro. Un tirón, no más brusco de lo habitual, pero yo iba en la berza. Allá voy, de narices al suelo. Y como conducta ya adquirida en la infancia, para no romper más de lo imprescindible, me abalanzo sobre mi brazo izquierdo (especialista en esguinces absurdos). Me levanto de inmediato – antes de convertirme en el espectáculo vecinal – y camino con altivez. Eso sí, mi elegancia se quedó en la acera, un agujero en el pantalón a la altura de la rodilla, y una herida fea que tardará en desaparecer.
Lunes – Ágil, dirijo mis pasos hacia el supermercado. Larga lista para no olvidar nada importante. Una compra grande que llevarán a casa. Más rápido de lo previsto y con unos cuantos caprichos en el carrito. Misión cumplida.
Martes – media tarde, esperando mis bienes recién adquiridos. Ya empezaba a maldecir la falta de puntualidad (en un tramo de tres horas), cuando suena el móvil. El bueno del repartidor que lleva un rato llamando al piso equivocado. Sube raudo, y apenas tengo tiempo de quitarme las pantuflas. Aterriza en la puerta con una mala noticia: un brick de leche roto, por exceso de velocidad al salir del ascensor... Si quiero, se lo lleva y lo trae al día siguiente. Es uno nada más, me lo quedo e intento poner una de esas sonrisas de “aquí no ha pasado nada”. El chico, aliviado, sigue su loca carrera.
Lo que él ni se imagina es el tremendo asco que me produce el olor a leche. Bayeta, agua caliente, Fairy, y a frotar. El líquido blanco que se ha salvado va a la botella de cristal. Los envases que compartían caja pasan al mueble, impecablemente limpios. Tiro la bayeta a la basura (cada uno con sus manías, es lo que hay). Y encime era la última; de nuevo al super a por otra...
Necesito un paseo y aire fresco.
Ya de noche, y porque yo lo valgo, me dispongo a abrir una botella de vino. En ese preciso instante soy consciente de que el sacacorchos se jubiló... Respiro hondo...
Miércoles – Sin ganas de hacer recados, salgo a por un maldito sacacorchos. Retomamos la apertura, ya relajada, con una película esperando en el DVD. Lo introduzco, voy girando (lo de abrir botellas nunca me ha gustado), falta bajar las dos palancas y podré al fin beber un sorbito... Inicio el movimiento de descenso y de pronto me quedo con el artilugio en la mano. Miro estupefacta para el corcho y allí está incrustado el muelle... En un acto heroico de dominio de la situación, agarro unas tenacillas del marisco, y al más puro estilo troglodita, y con fuerza sobrehumana, arranco el maldito tapón y doy rienda suelta a la alcoholemia...
Lo demás ya son pequeñeces: devolver el maltrecho sacacorchos; salir de casa el último amanecer antes del cambio horario, cámara en mano, para hacer unas fotos de las impresionantes vistas desde el tren (la batería sin cargar)...
Pero hoy doy por concluida la racha. Debajo de una carpeta sobre la mesa de trabajo, ha aparecido mi reloj, extraviado desde hace unos días. Y esa es la señal... ¿de qué? Pues ni idea.
NOTA – Dedicado a J y CH, prometo no volver a reírme de los males ajenos. Y también va por Zadelia y el calambre.Un brindis.

sábado, 21 de marzo de 2009

Ojalá octubre - Juan Cruz Ruiz

No escribo... Leo, ¿y tú?
Texto de la contraportada:

Este libro nació de una mirada, la de mi padre. Vi en ella desolación, el final de la esperanza, la cancelación definitiva de la felicidad. Jamás he podido olvidar esa mirada. Para entenderla he escrito. Como si fuera una búsqueda del reencuentro con la ansiedad de vivir y ser feliz. Un día, en medio de un camino, vi en un espejo oscuro la figura de mi padre. Alcé la mano para saludarlo en medio de la fascinación de lo imposible, y observé que esa mano me saludaba a mí mismo. Un día encuentras siempre la mirada que perdiste.

No subrayo, pero si lo hiciera, marcaría párrafos como éstos:

En el camión él era feliz, tarareaba. Era feliz con muy poco; acaso con los domingos por la tarde, cuando se vestía e limpio, iba al cine, solo, compraba su entrada, se sentaba cómodamente, miraba la pantalla. Luego nunca comentaba las películas; llegaba a casa como si viniera de misa, como si todas las películas fueran iguales.

Lo heredé. Respondo cuando no me preguntan, y cuando me preguntan me aturdo; nací preguntando, vivo de las preguntas, me cuesta responder.

El éxito, cuando se cuenta, se parece a la mezquindad.

Olvidar no es dejar de querer, pero a veces no se olvida lo que no quieres que haya sucedido.

Él tenía apetito y la mirada perdida en el horizonte sobre el que en ese momento ya no vislumbraba risa alguna, él estaba solo; era un hombre solo, la amargura del tiempo, la del pasado, no tenía nada que ver con esa amargura; ésa era de algodón, se atragantaba, era como el llanto que no se atreve a salir, y era como el silencio, una nube plomiza en la que él ya había decidido habitar.

Cuando me siento a escribir esa sensación de haberle visto siempre arañando la felicidad sin poder tocarla de verdad entera, viene a mi memoria otra vez esa frase en la que Truman Capote recuerda el instante en que fue feliz, en octubre.
“Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera octubre.”

Un instante de felicidad y de pronto todo ese mes es maravilloso. Y la magia de esa palabra en forma de deseo, OJALÁ.


Puedes leer el principio
aquí.


Mira que te lo tengo dicho (blog de Juan Cruz – El País)

viernes, 13 de marzo de 2009

Ray Loriga

Lo peor de todo

De niño me lo había tragado un poco y pedía perdón a Dios después de cada paja. Pero es que de niño te cuentan muchas estupideces y como eres pequeño y tienes las orejas más grandes que cualquier otra parte del cuerpo entra todo.

Oxa se cree que es un gato, se te sube encima y pretende que la cojas en brazos. Es muy cariñosa, pero pesa doscientos kilos. Cuando se pelea con otros perros no se da cuenta de lo grande que es y se esconde.

Leí en un periódico que un pastor había derribado un helicóptero de una pedrada. Resulta que el helicóptero andaba por allí asustando al rebaño y al pastor se le ocurrió que a lo mejor conseguía ahuyentarlo a pedradas. Después aparecieron los de la televisión y los de la radio y los de los periódicos y al pobre hombre le faltaban piedras para sacarlos a todos de su prado.

Los profesores no me gustan porque no creo que sean buena gente. Cualquiera que piense que tiene algo que enseñar es por lo menos sospechoso.

Caídos del cielo

Que tu hermano mate a alguien no deja de ser una experiencia. No es como leerlo en el periódico. El horror pasa a formar parte de la familia y eso lo cambia todo. Al muerto no le conoce uno de nada, pero al asesino sí. No digo que esté bien, no quiero que nadie se confunda, sólo digo que cada pistola tiene dos lados y a cada lado hay una persona, y que si se explica bien la historia, no como la contaron en televisión, la canción suena de otra forma. Aunque, eso sí, sigue siendo una canción llena de muertos.

No entiendo nada de lo que pasa. No soporto que me griten y que digan que he robado si no he robado y nunca pensé que pudiera encontrarme una pistola en la basura y sobre todo no me imaginé que matar a la gente fuera tan fácil.

Siempre hay alguien que quiere ir al sitio del que todos los demás se escapan.

Tokio ya no nos quiere

...las cartas más tristes no llegan nunca a su destino. Así es como funcionan los antidepresivos. Carteros despistados que se olvidan de entregar las malas noticias.

La memoria es el perro más estúpido, le lanzas un palo y te trae cualquier otra cosa.

Suerte es una palabra que debería quedar reservada para los que aún están esperando.

jueves, 12 de febrero de 2009

La otra Navidad

La luz era tan brillante que le obligaba a entrecerrar los ojos, mientras el trazo del perfilador dibujaba una sonrisa difícil de entender. La mano le temblaba. No podía olvidarse la bufanda, pensó, ni los guantes. Después un último vistazo a todo, una pequeña despedida, triste como si nunca más fuera a regresar a casa.

De pequeña nunca había tenido miedo, miedo a perderlo todo, miedo a perder incluso la vida. Sus abuelos lo llenaban todo, le daban estabilidad, y también los amigos imaginarios, y estos últimos no eran unos amigos imaginarios cualquiera, eran chamanes o astronautas recién llegados de algún planeta.


-La enfermera te explicará para qué es -le dijo el conserje tendiéndole una llave. El conserje se esforzaba en sonreír.

-Vale!

Desde ese instante ya no tuvo cobertura ni para el teléfono móvil... y nadie sabía dónde estaba. Tal vez no fuera tarde para huir... pero huir, a dónde? con algo terrible que guardaba en su interior.

Dejó sus cosas en una consigna, incluso el móvil y después, respirando muy despacio y con pasos también muy lentos caminó hasta la sala que le habían indicado. Le pareció muy injusto que oliera a café mientras ella estaba en ayunas y que algunas enfermeras cantasen villancicos.

-Cama 1- le gritaron.

-Vale! 

Quería que el tiempo avanzase, quería salir de aquel lugar. Estaba tan asustada que lo que menos le importaba era el frío o el dolor, su preocupación era el olor de la sangre que poco a poco lo iba empapando todo. 

-Pero, esto qué es? - gritó alguien.

-Es esmalte - dijo la chica.

-Ya veo, ya veo... no se pueden traer la uñas pintadas, no lo sabes?

-No.

-Pero venga no llores, encontraremos algo para quitártelo.

-Si no lloro.

-No?

-No, sólo lo parece.

Poco a poco el morado dio paso a las uñas transparentes, poco a poco ella comenzó a desaparecer.

-Pero mira que buen color tienen.

Otra enfermera se acercó y comenzó a repasar sus uñas de nuevo.

-Pero has visto que color de uñas!

-Creo que es lo que se lleva... -le respondió la primera.

-Por cierto, cuántos años tiene el chico que están operando en el 2?

-Cuarenta años.

-Ya me había parecido muy joven. El páncreas... Ya te dije que a mi prima la dejan volver a casa en Navidad? ... para despedirse...

-Pero... no sabía...


-Nos vamos -le dijo un celador...- no te habré despertado??

-No.

-Te han hecho esperar mucho? es que hoy se ha complicado el día.

La chica asintió, claro, el paciente del 2 pensó. También pensó que ella creía que los quirófanos estaban siempre en lugares subterráneos pero el celador la llevaba a un piso superior. El ascensor, los pasillos eran un caos.

-Aquí se acaba el viaje princesa... ehhhh no me digas que ya me has cogido cariño...

-Quiero irme contigo...

-jajjajaj, volveré a buscarte.


Y efectivamente volvió a buscarla. Le tocó la frente con el dorso de la mano y le humedeció los labios antes de devolverla a su habitación. En media hora volvió el color a sus mejillas, y también la sonrisa.

-Dime la verdad. Dónde dirías que estuve hoy?

-No lo sé, dímelo tú -le siguió la broma el celador.

-Estuve de compras, ultimando los regalos... y a media mañana un Starbucks.

-Genial... Sabes?, me han dicho que en una hora puedes irte a casa. Feliz Navidad! ahora tengo que seguir trabajando.

-Feliz Navidad. 

El patrón


El corazón de Valentina es un laberinto, por eso, si no tienes cuidado de girar siempre a derecha o izquierda, acabas atrapado... sólo es cuestión de tiempo que tropieces con ese trastero en el que descansan sus desamores. Lo imagino cubierto por una delicada capa de polvo, con telarañas y en una penumbra roja, y en medio, mezclados todos esos seres amados. No sé como se llevarán un banquero y un aventurero, un pintor (de brocha gorda) y una frustrada actriz, un cuenta cuentos y una ama de casa... Posiblemente después de conocerse serán conscientes de que entre ellos hay más acuerdos que desacuerdos.

Y es que en la vida hay cosas que se repiten fieles a un patrón,.

-Hola!

Con sólo una palabra sabías que se había enamorado, y con ella todos nosotros, porque Valentina es así. Sus amores solían llegar envueltos en timidez y poco a poco nos robaban el corazón y todos amábamos ese amor y nos entristecíamos porque sabíamos que Valentina era demasiado fiel a su patrón. Que por mucho que luchara siempre acababa por encontrar a otra persona, y ya podías jugarte el tipo en un triple mortal, ya podías conseguirle una estrella... toda una constelación...

-Solo es cuestión de redistribuir el espacio...

-Pero qué dices?

-En un corazón pueden vivir tantos seres como nosotros creamos...

-Esto no es lo de “dónde comen dos comen tres”, estamos hablando de amor.

-Ya.

-Y?

-Qué insinúas? Acaso crees que no les quiero?

-La ética Valentina...

-Ética es lo que yo les ofrezco.

-Ya conozco tu ética... o lo tomas o lo dejas verdad?

-No me riñas.

-Cómo te voy a reñir si eres mi amiga! pero sabes? a veces pienso en todas estas personas que nos regalaste, en todos los que sufrieron y se rieron contigo y los imagino encerrados en algún lugar de tu corazón... como si viajaras siempre con una carga extra, con un corazón grande y superpoblado...

Valentina se toca el pecho prestando especial atención al latido arítmico de su corazón.

-Pues yo pienso que P lo ha pintado de un hermoso color púrpura, que M cocinará esos pequeños gnoquis de patata y queso cada domingo y -Valentina sonríe- esto te gustará, pienso que J planeará cientos de expediciones en busca de la libertad... antes de saber que en realidad mi corazón no es un mal lugar en el que vivir...

-Eres increíble, me doy por rendida...

-Mal momento para rendirte, vuelve aquí -le grita y la sigue- acaso crees que no me han roto el corazón, maldita sea!

-Como a todos.

-Les quiero más que a mi vida, y lo que he sufrido lo se yo.

Cuando Valentina dijo eso me di cuenta de que no existe ese patrón en el que tanto he creído, me di cuenta de que sólo conocía una cara de la luna.

-Pero... tú nunca...

-Venga, sírveme una copa de vino, y por favor pon algo de música.

sábado, 7 de febrero de 2009

si está BIEN

Llevo horas dando vueltas, intentando pensar en cada una de las alternativas. El que dice que la almohada es buena consejera, se equivoca. Ensayo frases de inicio. La comunicación es la base de todo.

Ya sé, aprovecharé la hora de la comida. Mejor una cena. No, en casa... Ir al aeropuerto. Nunca lo hago, ni tan siquiera estoy segura de la hora de llegada.

Me destapo y siento frío. Tiro del edredón hacia arriba. Me giro hacia el otro lado. No quiero ver la hora. Cierro los ojos y aprieto con fuerza los puños (decías que era un truco para conciliar rápidamente el sueño, me hacía tanta gracia …) No se oyen coches en la calle. No entra luz por el pequeño resquicio de la persiana, ni por debajo de la puerta del baño. Parece que el tiempo se arrastra, pero no se mueve. Voy a la cocina entre la oscuridad. Abro la nevera y me deslumbra. Un zumo bien frío me sentará bien.

De nuevo tumbada. Concentración. Respiro suavemente. Visualizo una imagen placentera. El mar, una pequeña cala de arena fina… El rumor de las olas.




¿Y si no quieres comprender?
Las gaviotas sobre el cielo azul…
Puede que hagas ese maldito gesto y me mires con indulgencia (sabes lo mal que me sienta).
El sol de invierno, la suave brisa…

Suena el despertador. Ni un segundo para la duda, me incorporo, me levanto y directa a la ducha. El agua hirviendo, siento el chorro en la cara y el cuerpo. Un café, muy cargado y una nube de leche. Me cambio de pantalones, los negros, mucho mejor.

Diseños, bocetos, decisiones milimetradas, zambullirse de cabeza entre papeles. A punto de reunirme con la jefa, me doy cuenta de que tengo el móvil apagado. Lo busco entre la selva en el interior del bolso. Siempre lo mismo, dónde estará? Marco el PIN, saludo de Nokia… Ojalá fuera así de sencillo, extiendo mi mano hacia la tuya. Cojo los documentos y echo una última mirada a la pantalla.

Podría discutir cada punto, forzar una prórroga para la presentación del proyecto, pero hoy es irrelevante. Cifras, datos, escucho y me dispongo a obedecer todas las órdenes recibidas. Salgo del despacho y camino lentamente.

Dos llamadas perdidas en la madrugada, y un sms con un largo texto de promociones navideñas. Qué raro, tan tarde… ¿Qué está pasando? Tal vez intuyes mi inquietud. No puede ser; simplemente soy una partícula invisible, que co-habita bajo el mismo techo.

Decidido, hay que hablar ya … “No estoy bien. Supongo que es evidente mi apatía… No puedo culparte solamente a ti. No sé desde cuándo… No estoy enfadada, ni dolida. Me he acostumbrado a tus silencios, a tus cambios de planes, a no contar contigo, a improvisar… Me siento muy sola. Me asfixio… Necesito aire, un cambio, vivir, sentir. Quiero viajar, volver a brincar en un concierto, emocionarme en una sala de cine, leer en la cama los domingos por la mañana, comer helado de chocolate, hacer fotos de las calles bajo la lluvia… Pero tú no tienes tiempo para compartir, para hablar, para reír, para soñar a mi lado… ”

Así mismo se lo voy a decir, todo seguido, sin que pueda interrumpir mi discurso. No hay respuestas correctas. Guía, nombres, inicial… Juan deja sobre la mesa los sobres y un pequeño paquete que de inmediato ocupa toda mi atención. Fuera de cobertura, cuelgo y me lanzo a rasgar ese torpe envoltorio (señal que te identifica de inmediato; que tantas risas ha provocado entre tú y yo, incapaces ambos de conseguir un resultado mínimamente digno). Una pequeña libreta de tapas duras y un CD plateado sin rotular. No lo entiendo, ni una nota… Escucho y suena una canción:


sábado, 31 de enero de 2009

La casa I

La casa navega hacia el pasado lejano, poco a poco nos alejamos la una de la otra. Se mezclan los primeros y los últimos días compartidos y producen una distorsión que me golpea la nuca a la vez que galopa por mi cerebro.

Una casa perfecta debe tener muchas ventanas (siempre puedes cerrarlas para que reinen, si quieres, las tinieblas) orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, escaleras, armarios empotrados y por último, una chimenea. Imaginad un lugar encantado y estaréis viéndola.

Recuerdo haberme pintado las uñas de naranja Kanebo y cruzar la nacional, un paso que suponía la entrada en la comunidad.

-qué piensas?

Que entonces desconocía el uso de las armas, así como debía protegerme, el alma de bebé inocente y desnudo ahora se parece más a Juana de Arco... armadura y lanza en mano, qué poco equipaje, no? También pienso que yo debería seguir allí, cultivando lechugas, cuidando a la extraña fauna del jardín, la verdad es que nunca llegó a ser un auténtico jardín sino un proyecto en el que habría un estanque con carpas doradas, pero aún así estaba lleno de una vida exuberante y un día incluso apareció un escarabajo joya de color esmeralda! 

Sumida en la naturaleza la vida en sí parecía más compleja porque eras consciente de todos los cambios que se producían a diario... el punto exacto que marcaban las sombras era cada día un pelín distinto, el cenit, la osa mayor, todos parecían moverse a diario y sin embargo éramos nosotros los que nos movíamos. Pero aquí la parada de metro se encuentra siempre en el mismo lugar, y me produce una sensación tan antinatural... sabes que ha llegado la primavera cuando ves fresas en el mercado... pero no ves como rompen las yemas de los árboles ni ves el campo lleno de flores...

Aquí siempre hay alguien que no sujeta la puerta del metro y la puerta te da un par de veces en la cara y te prometes a ti misma que no dejarás que el frío urbano te deshumanice. Y de vez en cuando alguien te sujeta esa  misma puerta y descubres en su mirada el reflejo de una vida primitiva y ancestral. Reconocerse en la ciudad me sonroja y me emociona y durante una fracción de segundo mantienes una conversación sin palabras y después te vuelves y te fundes con el asfalto.


Sugerencia:  escuchar con música de Los Planetas

martes, 13 de enero de 2009

DESDE EL OTRO LADO (1)

Traducido de: http://meigamoneka.blogspot.com/2009/01/dende-o-outro-lado-1_12.html


6:35 a.m.
Este año no voy a formular propósitos de Año Nuevo, total nunca cumplo ninguno. Este año paso de todo, ni dejo de fumar, ni de beber, ni vida sana ni ostias. Este año pienso hacer lo que me salga de los güevos, como siempre, pero sin remordimientos; y si no me apetece ir a currar, pues no voy Y PUNTO, que llevo veinte años, VEINTE AÑOS (que se dice pronto) sin faltar un puto día al curre. Y vaya curre, ¿eh? Sirviendo cafés todo el puñetero día y aún encima dando conversación y escuchando el rollo a todo el que se quiera desahogar, pero ¿quién se preocupa de escucharme a mí, eh? Que yo también tengo mis problemas pero parece que nadie tiene tiempo para escucharlos. ¡Claro! Todos vienen a por su cafetito: rápido sin casi soltar palabra o remolón hablando sin parar, pero sin escuchar nunca. ¿Y qué pasa conmigo? Nadie se preocupa siquiera de disimular con un simple “¿qué? ¿Cómo te va hoy?” NADA, todos con la mirada hacia dentro sin verme siquiera, lo mismo les daría que fuese una puerta con tal de que dijera: “claro, entiendo, hombre eso no es vida” de vez en cuando. A esta mesa no hay quien le quite las marcas estas, se ve que las hicieron a conciencia, debían estar aburridos y ahora me toca a mí fregar y fregar porque unos “señoritos estaban aburridos” ¡Hay que joderse! Pero este año cambio de curre como que me llamo Alberto, bueno, “Albertito” que me dicen, llegaré a los sesenta llamándome Albertito y no será por que abulte poco, que siempre fui de “constitución fuerte” como decía mi madre, pero deben pensar que llamándome así somos todos coleguitas, deben pensar que soy gilipollas, que por llamarme Albertito ya somos íntimos y pueden soltarme el rollo como si fuese su mejor amigo. Y digo yo que esta gente ha de sentirse muy sola para llegar a la barra y contarle toda su vida a un perfecto desconocido por muy Albertito que se llame.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Palomar

Descubrí a este Italo Calvino hace muchos años de la mano de un buen amigo. Él me regaló “El barón rampante”, que entonces significó un cambio hacia otro tipo de literatura, muy diferente a lo que leía yo habitualmente. A un viaje me acompañó “Las ciudades invisibles”, que fue el total enamoramiento. Y ahora el blog Conciencia Personal, con una excelente entrada (enlace) , lo vuelve a poner en mi camino. Gracias Monique.

Durante unas semanas, a sorbitos, he saboreado tranquilamente el universo de los pequeños detalles. He seguido el movimiento de cada ola rompiendo en la orilla. He soñado bajo la luna del atardecer con las últimas luces del día y he aprendido algunos secretos de las estrellas. He esperado entre olores y nombres en la tienda de quesos. He escuchado el sonido del canto de los pájaros. He reflexionado sobre las relaciones personales, el callar, las limitaciones y la necesidad de disfrutar. He flotado sobre la superficie de las aguas y he buceado hasta las oscuras profundidades.
Copio unos fragmentos:

… no es de los que, escuchando un canto, saben reconocer a qué pájaro corresponde. Siente esta ignorancia suya como una culpa. El nuevo saber que el género humano va adquiriendo no resarce del saber que se propaga sólo por directa transmisión oral y que una vez perdido no se puede recuperar y volver a transmitir; ningún libro puede enseñar lo que sólo se aprende en la infancia si se prestan oído y ojo atentos al canto y al vuelo de los pájaros y si hay alguien que puntualmente sepa darles un nombre.

Si hubieran podido verlo como ahora lo veo yo – piensa el señor Palomar – los antiguos hubieran creído que habían forzado la mirada hasta llegar al cielo de las ideas de Platón, o al espacio inmaterial de los postulados de Euclides; en cambio esta imagen, quién sabe por qué extravío, me llega a mi y me temo que sea demasiado buena para ser verdadera, demasiado grata a mi universo imaginario para pertenecer al mundo eral. Pero tal vez esta desconfianza hacia nuestros sentidos es lo que nos impide sentirnos cómodos en el universo. Tal vez la primera regla que debo imponerme es ésta: atenerme a lo que veo.
”¿Es ésta la exacta geometría de los espacios siderales a la que tantas veces el señor Palomar ha sentido la necesidad de acudir para separarse de la Tierra, lugar de las complicaciones superfluas y de las aproximaciones confusas?“
Sólo después de haber conocido la superficie de las cosas – concluye – se puede uno animar a buscar lo que hay debajo. Pero la superficie de las cosas es inagotable.”



Un pequeño patio cubierto de una arena blanca de grano grueso, casi de guijarros, rastrillada en surcos rectos paralelos o en círculos concéntricos, en torno a cinco grupos irregulares de guijos o peñas bajas…. Imagen típica de la contemplación del absoluto que se puede alcanzar con los medios más simples y sin recurrir a conceptos expresables con palabras, según la enseñanza de los monjes zen…
Al señor Palomar le hace padecer mucho su dificultad para relacionarse con el prójimo. Envidia a las personas que tienen el don de encontrar siempre la cosa justa que decir, el modo justo de dirigirse a cada uno; que se sienten cómodas con quienquiera que se encuentren y que ponen cómodos a los demás; que moviéndose con ligereza entre las gentes perciben enseguida cuándo deben defenderse y tomar sus distancias y cuándo suscitar simpatía y confianza; que dan lo mejor de sí en la relación con los demás e incitan a los demás a dar lo mejor de sí; que saben de inmediato cómo valorar a una persona en relación con ellos y en términos absolutos.

sábado, 25 de octubre de 2008

Callejones

Esto es sólo un proyecto de relato corto, van a ser tres bloques independientes sobre la autodestrucción. No se por qué pero a veces nos hacen tanto daño que sólo lo podemos superar con el dolor físico. Un combate entre la mente y el corazón, entre tu alma y tu cuerpo. Además estos días mi vida se llenó de hombres de verde y de callejones. Haber que os parece, no os cortéis y ESCRIBID. Y para acompañar la lectura tal vez Piano Magic y Elliot Smith. Siento que el otoño lo envuelva todo, incluso los relatos!


I

El baño, de un blanco impoluto, se fue llenando de salpicaduras rojas al ritmo de los golpes. Después un llanto suave y el sonido de un cuerpo que se desploma.

Estaba segura de que en aquel momento no quería morir. “vengo a hundirme y quiero que estés a mi lado para salvarme” le dijo, estaba enmarcada por el hueco de la puerta, tras ella un túnel infinito de oscuridad y un punto blanco al fondo, Apenas se mantenía en pie y le costaba hablar, tiritaba; el sudor había empapado su pelo y en el rostro se mezclaba con lágrimas y babas. Después se encerró en el baño.

-Está limpio, mi madre acaba de fregarlo -le dijo desde el otro lado de la puerta. Pero ella no le oía. Uno a uno dobló los dedos de la mano derecha hacia atrás, se fueron rompiendo con mucha facilidad, después se dejó caer sobre el borde de la pileta y la frente se le abrió dando comienzo la danza macabra de golpes y sangre. Pero ni siquiera entonces quiso morir.

Iba a ser difícil explicar por qué un ser humano es capaz de autolesionarse de esa manera, qué hechos pueden desencadenar tanta violencia. Su gata y ella pegaron un pequeño salto en el borde de un trampolín y después saltaron a la piscina trazando una pirueta perfectamente sincronizada, atravesaron juntas la barrera del agua hasta alcanzar el fondo de la piscina, subieron a la superficie guiadas por una hélice de burbujitas. Su amigo había conseguido echar la puerta abajo y se acercó corriendo con el teléfono en la mano.

A lo lejos el canto de una sirena.

II

-Ei? -gritó-, por qué violas así mi intimidad?

Pero por supuesto el hombre no pudo oirla. Volvió a pasar la linternita ante sus ojos y de nuevo las pupilas se cerraron.

-De verdad se hizo ella esto? -preguntó la enfermera.

-La policía así lo cree. Mira el mechón de pelo en la mano izquierda...

-Cómo está?

El médico acercó un silla y se sentó.

-Traumatismos, heridas abiertas, fracturas

-Paso el informe a psiquiatría?

-No.

-Pero...

-Sabes algo sobre la autodestrucción?... Tú fumas y sabes que no debes porque yo soy tu médico y conozco tu bronquitis...

-Tu también fumas.

-Ja! yo soy un especialista. -le contestó mientras miraba la línea oblicua de los ojos semiabiertos de la chica. -Me gusta esta chica.

-Mañana se lo digo a Diego...

El médico se encogió de hombros.

-Venga! si te pones así no le digo nada.

-Creo que le voy a dejar.

La chica dejó de limpiar la herida para mirarle de frente.

-Ya te dije que me gusta esta chica. Saldrá de esta.

III

En contra de lo que dice mi madre yo prefiero los callejones a las avenidas, me siento más segura paseando mi decadencia ante la suya propia. Perderme sin más. Esquivo los baches que se perpetúan como largas heridas y arrugas temporales. Los callejones te acogen y en su olvido tú también olvidas. Los busco y siempre fumo tranquilamente sin molestar y sin molestada. Es curioso: en los callejones todos hacemos lo mismo.

Hay uno en concreto que es mi favorito, uno que desciende desde mi casa al mar. En algunos tramos la maleza sólo te permite ver las luces más altas de las grúas, pero cuando llegas abajo y te vuelves es como un gran brazo curtido por el tiempo, asciende y más o menos a la mitad se dobla en un codo. Pienso por un rato en las cosas que me suelen decir y que han roto mis sueños y comienzo el ascenso fumando de nuevo.

El médico dobló el papelito y lo volvió a meter en el bolsillo de la gabardina roja.

sábado, 18 de octubre de 2008

Un hombre en la oscuridad

Sleeper, cuadro de Nancy Depew


Cuando alguien te hace soñar y te provoca tantas sensaciones, la noticia de que publica un nuevo libro la recibes con gran alegría. Antes de leerlo intento no escuchar, ni adentrarme en comentarios o críticas literarias. Quiero partir de mis impresiones.
Lo coloqué en un lugar privilegiado de la estantería. Había que elegir un buen momento para empezarlo. A punto de incluirlo en el equipaje, y cambiando de opinión casi en el último instante. Me gusta leer en cama, los fines de semana, después del desayuno, o por las noches, en casa, tranquilamente, sin conversaciones o distracciones.
Después de pequeñas decepciones con “Viajes por el Scriptorium” y “La vida interior de Martin Frost”, buscaba un reencuentro placentero.Desde los primeros párrafos tuve la intuición de que me iba a encantar.
Un hombre incapaz de enfrentarse a su vida, se evade de la realidad inventando historias de un mundo paralelo y analizando escenas de películas.
“ … pero no quiero entrar en eso ahora, no puedo caer en ello, tengo que alejarlo lo más posible de mi pensamiento. La noche aún es joven, y sin moverme de la cama, con los ojos clavados en la oscuridad, en una tiniebla tan impenetrable que no se alcanza a ver el techo, me pongo a recordar la historia que empecé anoche. Eso es lo que hago cuando no logro conciliar el sueño. Me quedo tumbado en la cama y me cuento historias. Quizá no sean gran cosa, pero siempre y cuando no me salga de ellas, me evitan pensar en cosas que prefiero olvidar. La concentración, sin embargo, puede darme problemas, y las más de las veces mis pensamientos acaban derivando de la historia que pretendo contar a las cosas en las cuales no quiero pensar. No hay nada que hacer. Fracaso una y otra vez, hay más chascos que aciertos, pero eso no quiere decir que no ponga todo mi empeño.” (Paul Auster)
He sentido pena al llegar al final, me hubiera gustado seguir. Me conmueve la conversación con la nieta sobre su pasado, sus decisiones y equivocaciones. Es, sobre todo, una historia llena de: soledad, sufrimiento, intento de olvidar o no pensar, incapacidad de seguir adelante, culpabilidad, comunicación y constante necesidad de expresar sentimientos, poder hablar con las personas a las que queremos, atenuar el malestar y cerrar las heridas.Me gustaría sentarme en ese sofá, a su lado, ver y comentar esas secuencias... (Hace referencia a varias películas que volveré a ver, en su honor).

martes, 7 de octubre de 2008

Me siento engañada

Estoy convencida de que existe un complot. Alguien lo ha tramado a conciencia. Una mente perversa y cruel, puesta al servicio de intereses económicos.
Todo empezó hace años. Fue el gran acontecimiento del día. Se acababan por fin las carreras a las once de la mañana. Bajamos para verla y de inmediato probarla. Aparentemente prometía comodidad y grandes satisfacciones. Un modelo algo arcaico, pero a quién le importa. Habíamos esperado meses para conseguirla y no íbamos a poner pegas porque no fuera la revolución del mercado.
Introducir la moneda en la ranura, un sonido de descenso del metal y comienza la magia. Hay varias posibilidades: cortado, capuccino, mocaccino, leche manchada. Todo un universo a nuestra disposición. Opto por el clásico café con leche, ya habrá tiempo de nuevas sensaciones. Se muele el grano y se mezcla con el agua hirviendo. El olor es agradable. Se abre la pequeña compuerta y saco el vaso de plástico, de tamaño más bien reducido. Me lo llevo a los labios con sumo cuidado. Puede que esté demasiado caliente, pero la impaciencia es uno de mis peores enemigos. Un sorbito (en gallego, groliño, es una palabra que me hace mucha gracia…)
NO PUEDE SER: ES INTRAGABLE!!!!!!

Ahora ya nos hemos acostumbrado y solamente somos conscientes de la triste realidad tras un largo periodo de alejamiento de dicho artefacto maléfico.

sábado, 4 de octubre de 2008

Constelaciones

Bueno, voy a comenzar a subir algún relato de esos que tengo a medio acabar. Necesito ayuda para continuar, 
tienen cosillas que me gustan pero fallan por todas partes. Ahora, una vez recuperados espero al fin acabarlos.
Ya aviso, están cerrados pero les falta y les sobran cosas. Los voy a etiquetar como "relatos recurados", y lo 
dicho que espero comentarios de miembros y visitantes! Gracias!
Hoy es un típico día otoñal, y los acompaño de un cortado y de música de Richard Hawley, por si gustáis.

Me llamo Valentina, y tengo seis años. Mi vida nunca fue tranquila, pero ahora, desde hace una semana, lo es aún menos; y todo por culpa de la Osa Menor. Aquella noche, excepcionalmente me acosté muy tarde, porque era mi cumpleaños, y también porque mamá inauguraba una exposición.


No serían más de las cuatro de la tarde, hora inglesa, cuando Darren vino a casa para llevarme a la peluquería. Yo le esperaba con mi vestido nuevo, un pichi que él me había regalado para la ocasión: verde manzana con una cenefa de tulipanes naranja. Darren, también me había prometido que llevaría algo del mismo color y que iríamos los dos muy conjuntados. Así que, efectivamente, a las cuatro en punto llegó, con su pantalón naranja y su camiseta verde

. Darren es muy moreno para ser inglés, tiene los ojos negros y ahora lleva el pelo corto, pues cayó en la tentación de cortárselo mientras me esperaba en la peluquería; es socio de mamá y amigo de las dos. En la peluquería me cortaron un poco el pelo, pero sólo un poco, porque quiero que me crezca lo justo para poder hacerme trenzas, también me echaron mechas naranja.


Mamá estaba muy guapa, bueno, la verdad es que todos estaban muy guapos, Darren, Brian, Gina... 



                                                     

- ¡Valentina! -gritó Angela-. ¡Qué guapa estás cariño!

Aquella noche, era cierto, todos irradiaban una extraña belleza, algo que iba más allá de lo físico, y que procedía del interior de cada uno de ellos. Valentina tuvo la oportunidad de ser una vez más el centro de atención. En la recepción hubo un menú infantil para todos, a base de zumos, sandwiches ligeros y ensalada de frutas. Y de postre, dos tartas y chocolate.


Valentina amaba a su madre de una forma irracional, pero últimamente también amaba a Darren con locura. Sólo ella sabía que su corazón no resistiría que un día se casasen, o peor aún, que se enamorasen. Ambos, tenían su particular carrera de matrimonios, tres cada uno. Matrimonios, que a veces no eran más que de meses. Casarse era como ir de viaje unas semanas a Disney World, pensaba Valentina... Y a ella le ponían un vestido precioso, que tenía prohibido repetir, y que guardaba para cuando ella también tuviese una hija. Esos matrimonios eran permitidos por la niña, porque no ponían nada importante en juego, tanto su madre como Darren la seguirían queriendo... pero estaba segura que si ellos se enamoraban el uno del otro, la cosa cambiaría. Ya no tendría dos casas, dos coches... Tendría la mitad de todo lo que tenía ahora, por lo que, ¿para qué cambiar?


Darren se pasaba la vida canturreando. Hace años fue un buen cantante pero tuvo un tumor en la garganta, y eso le obligó a cambiar de profesión. Pero continuaba teniendo amigos cantantes, y por eso, en las fiestas siempre acababa por aparecer algún famoso. Así, Valentina tenía fotos con Iggy Pop o con David Bowie. “Guardalas bien”,  le decía Darren y  la niña corría a meterlas en su caja de cartón.


Gina es otra de las mejores amigas de Angela, sus padres son italianos y tienen dos heladerías en el centro de Londres, la tercera, Gina la ha transformado en un “garito”, como Angela dice textualmente, “en el que pasar el rato”. Hoy ha aparecido con sus dos hijos adoptivos: Omar y Klaus. Gina también canta, pero lo hace en un conjunto de Jazz  y cuando se va de gira,  los niños se mudan a la casa de Angela. 


Omar tiene once años, y es un prometedor pianista para satisfacción de su madre, aunque él quiere ser veterinario. De momento hace labores de buen samaritano, y tiene la casa llena de todo tipo de animales. Klaus carece totalmente de talento musical, lo suyo es el periodismo. Le gusta llevar un diario en el que redacta sucesos de la vida cotidiana, les da un título y pega fotos, y al final del año se lo envía a todos por correo. Gina y los niños han llegado tarde, y el motivo de ese retraso está dentro de una caja de cartón llena de agujeros.


- Tenemos a Iggy Pop dentro de una caja... -le dijo Omar a Valentina. El niño la besó y después le regaló una de esas miradas que no se olvidan jamás. Sus ojos grises sonrieron mientras hablaba.

Valentina se asustó, Omar nunca le mentiría.

- Mira, ven si no me crees -dijo agarrándola de la mano-. ¡Mamá, mamá! -gritó entre la gente. Todos se habían arremolinado en torno a la caja, pero nadie se atrevió a acercarse hasta que Omar y Valentina aparecieron. Omar

 ya se había agenciado un trozo de manzana, y se la dio en la boca a la iguana, que acabó por saltar a sus brazos.

- Nos la encontramos cruzando la calle... -dijo Gina -. Y claro -continuó encogiendose de brazos-, Omar saltó del coche corriendo tras ella. La acorralamos en un garage... y aquí estamos, con uno más en la familia.

Prudentemente alejado, Darren observaba a la iguana con asco, pues si bien en las giras de Gina los niños se mudaban a casa de Angela, él era el encargado de cuidar al resto de los inquilinos de la casa.

- ¿Es para mí? -preguntó Valentina, y a Angela le bastó con mirarla para quitarle la idea de la cabeza.

- Toma, dale de comer... -le dijo Omar tendiéndole el trozo de manzana que le quedaba.

- Eres tonto... no era Iggy Pop...

- ¡Qué poco sentido del humor tienes Valentina!


Detrás de ellos, siguiéndoles a todas partes,  iba  Klaus; con su libreta y su cámara de fotos. Pero Klaus,  no sólo les perseguía a ellos, sino que era capaz de estar en varias conversaciones a la vez, con él tenías que tener mucho cuidado. Y fue él, quién descubrió al “intruso”.


La mayoría de la gente había ido a la inauguración, y sólo los más allegados sabían que era el cumpleaños de Valentina, pero para estos últimos éste parecía el único motivo de celebración. Todos estaban hartos de ver los cuadros y las esculturas de Angela, e iban de un lado a otro como si estuvieran en el salón de su casa. 


- He descubierto a un español -dijo Klaus-. Está en la sala de al lado, bueno, son dos, un español y una española...

Valentina le miró con cara de poco interés, pero no le pudo contestar porque tenía la boca llena.

- Se lo voy a decir a tu madre... A fin de cuentas ella es española...


Pero Klaus no tuvo que decirle nada a Angela, porque cuando llegó a junto de ella pudo comprobar que estaban juntos. Se quedó un rato a su lado, embobado escuchándoles, pero pronto al ser incapaz de seguir la conversación decidió irse, no sin antes hacerles una foto.


- ¿Pero qué haces aquí? -le abrazó Angela-, ¡cuantos años sin vernos!

- Unos cuantos... -le dijo Julio.

- ¿Y qué haces aquí?, de vacaciones supongo.

- Más o menos. Mira esta es Susana, Susi para los amigos -dijo presentándole a la chica con la que iba-, y esta es Angela. 

- ¡Hola! 

- Pues a Susi le tocó un viaje a Londres... y esta mañana leyendo el periódico vi lo de tu exposición. No podía creer que fueras tú... 

- Bueno, no sé, podemos quedar después y cenar juntos. ¿Cuándo os vais?

- Mamá, Klaus me ha dicho que estás con “el intruso”... -le dijo Valentina al oído.

- Pero si tu sabes español... Mira, estos son dos amigos de España, Julio y Susi. Esta es mi hija Valentina...

- ¿Hija?

- Mamá estuvo casada tres veces... ¿verdad? -preguntó, buscando la aprobación de su madre.

- Pero eso no le importa a nadie. ¿Por qué no les cuentas que hoy es tu cumpleaños y así practicas un poco con tu español?... -y después le preguntó a Susi-, ¿de verdad te tocó un viaje?


Susi movió afirmativamente su cabeza rubia, y sus  labios de un rosa mortal dibujaron unas palabras que al principio le costó entender.


- Sí, fue en un concurso de la tele... -y sus labios se cerraron en un mohín.  Angela deseó que no se volvieran a abrir, no le gustaba la voz chillona de la chica.

- Bueno, prométeme que no te irás, que nos vemos en media hora y nos vamos a cenar... ahora tengo que seguir con mis invitados -hablaba agarrando a Julio del brazo, mientras su cara se ponía triste.

- ¿Estas bien? -la asaltó Darren-, ¿te puso de mal humor la rubia teñida?

- ¡Pero serás malo!... que yo sepa, tu pelo amarillo huevo no es natural... 

- Eso ha sido un golpe bajo... -Darren la besó en la frente, arrepentido-, ¿te traigo algo de comer?

Angela comenzó a caminar agarrándole por la cintura y acercándose a su cuello le dijo:

- Daría lo que fuera por una copa... No, no me digas que fuí yo la que decidió que todo fuera sin alcohol... 


Darren asintió.


- Tranquila, en una hora lo estamos celebrando en casa...

- ¿Por dónde andará la iguana de Omar? Ya sabes a quién le tocará cuidarla... Y dentro de quince días,  Gina se va.

La iguana, a la que ya habían puesto el nombre de Juana, estaba con los niños, dando brincos de uno a otro. Finalmente, se quedó en la cabeza de Valentina chupandole  el pelo.

- ¿De qué era ese tinte que le echaste a mi hija?... ¡aún intoxicaremos al pobre animal!



Cuatro días después, Gina se dejó caer por la casa de Angela,  porque Klaus ya tenía las fotos del cumpleaños. Gina estaba nerviosa y afónica, y temía tener que suspender la gira. Cuando Valentina la vio aparecer se abalanzó a su cuello,  para colgarse de sus dos trenzas azules.


- Cariño, en un par de meses tu también tendrás un par de trenzas... -la consoló, quitándosela de encima. 

- La verdad es que te quedan muy bien -le dijo Angela.

- ¿Qué sería de mí sin vosotras?... ¿me invitáis a un té?, tengo la garganta destrozada.

- Yo sé de alguien que se alegrará si tienes  que suspender la gira... -bromeó Angela perdiéndose en la cocina-. ¿Sabes si los niños quieren algo?

- No creo, ya se han perdido con sus fotos... Por cierto, no me había imaginado así a Julio...

Angela frotó con un paño las cucharillas de plata, su única manía y su único capricho era esa cubertería de fina plata.

- Yo tampoco le recordaba así...

- ¿Y qué me dices de su amiga?

- Sois muy malos... -le dijo tendiéndole la cucharilla.

- Nunca me vas a contar lo que pasó...

- No pasó nada fuera de lo normal. Le dí clases particulares de pintura durante unos meses... -se interrumpió-, ¿qué té quieres?

- Me da igual. Continúa.

- Y nada más, salimos un par de semanas... y después, él me dejó... Supongo que por mi culpa, porque yo no dejaba de hablar de los diez años que nos separaban... Y ahora, ya ves, nos siguen separando los mismos años... En fin...

- Sí, seguro que tú tuviste la culpa... conozco tus rollos con la edad... 


En ese instante Valentina entró corriendo en la cocina.


- Tengo las fotos...

- Ya lo sé.

La niña miró alternativamente a su madre y a Gina, y después volvió a desaparecer corriendo. 



Mi vida comenzó a cambiar el día de mi cumpleaños, pero hasta esa tarde del té, en que Omar y Klaus trajeron las fotos, no me di cuenta. Esperé a que se fuera Gina y después me acerqué a mi madre cargando mi caja llena de fotos. 


- ¿Qué quieres cenar? -me preguntó.

- Aún es pronto...

- ¡Toda Inglaterra ha cenado!

- Pero yo no soy inglesa... -le contesté, tendiéndole una de las fotos, en la que su amigo Julio me tiene en brazos y me abraza. Es un primer plano de los dos, y yo noto que mamá titubea-. Mira -añado señalando con el dedo 

la constelación de lunares que Julio tiene en el lado izquierdo del cuello, justo detrás de la oreja, la 

misma constelación de la Osa Menor que tengo yo.

- ¿No piensas decirme qué es lo que quieres?, ¿prefieres salir a tomar algo fuera?

- Mamá, ¿Cuándo sea grande volveré a verle?

- ¡Claro! -me dijo.

- ¿Y algún día él vendrá a buscarme?

- No, cariño. Nadie vendrá a buscarte, tranquila, que estaremos juntas para siempre.

- Eso ya los sé -le dije-, me refería a qué si algún día  él sabrá lo que sabemos tú y yo.   


Mamá se encogió de hombros y corrió a abrazarme. Esa noche

 nos fuimos las dos al cine, a ver una reposición de “La Bella y la Bestia”, una de esas pelis en blanco y negro. Las dos salimos llorando. La idea de haberle tenido tan cerca, la mera idea de que exista me ha hecho una niña distinta... y en parte se lo debo a Klaus, a Omar, a Darren y a Gina, mi verdadera familia.