sábado, 4 de octubre de 2008

Constelaciones

Bueno, voy a comenzar a subir algún relato de esos que tengo a medio acabar. Necesito ayuda para continuar, 
tienen cosillas que me gustan pero fallan por todas partes. Ahora, una vez recuperados espero al fin acabarlos.
Ya aviso, están cerrados pero les falta y les sobran cosas. Los voy a etiquetar como "relatos recurados", y lo 
dicho que espero comentarios de miembros y visitantes! Gracias!
Hoy es un típico día otoñal, y los acompaño de un cortado y de música de Richard Hawley, por si gustáis.

Me llamo Valentina, y tengo seis años. Mi vida nunca fue tranquila, pero ahora, desde hace una semana, lo es aún menos; y todo por culpa de la Osa Menor. Aquella noche, excepcionalmente me acosté muy tarde, porque era mi cumpleaños, y también porque mamá inauguraba una exposición.


No serían más de las cuatro de la tarde, hora inglesa, cuando Darren vino a casa para llevarme a la peluquería. Yo le esperaba con mi vestido nuevo, un pichi que él me había regalado para la ocasión: verde manzana con una cenefa de tulipanes naranja. Darren, también me había prometido que llevaría algo del mismo color y que iríamos los dos muy conjuntados. Así que, efectivamente, a las cuatro en punto llegó, con su pantalón naranja y su camiseta verde

. Darren es muy moreno para ser inglés, tiene los ojos negros y ahora lleva el pelo corto, pues cayó en la tentación de cortárselo mientras me esperaba en la peluquería; es socio de mamá y amigo de las dos. En la peluquería me cortaron un poco el pelo, pero sólo un poco, porque quiero que me crezca lo justo para poder hacerme trenzas, también me echaron mechas naranja.


Mamá estaba muy guapa, bueno, la verdad es que todos estaban muy guapos, Darren, Brian, Gina... 



                                                     

- ¡Valentina! -gritó Angela-. ¡Qué guapa estás cariño!

Aquella noche, era cierto, todos irradiaban una extraña belleza, algo que iba más allá de lo físico, y que procedía del interior de cada uno de ellos. Valentina tuvo la oportunidad de ser una vez más el centro de atención. En la recepción hubo un menú infantil para todos, a base de zumos, sandwiches ligeros y ensalada de frutas. Y de postre, dos tartas y chocolate.


Valentina amaba a su madre de una forma irracional, pero últimamente también amaba a Darren con locura. Sólo ella sabía que su corazón no resistiría que un día se casasen, o peor aún, que se enamorasen. Ambos, tenían su particular carrera de matrimonios, tres cada uno. Matrimonios, que a veces no eran más que de meses. Casarse era como ir de viaje unas semanas a Disney World, pensaba Valentina... Y a ella le ponían un vestido precioso, que tenía prohibido repetir, y que guardaba para cuando ella también tuviese una hija. Esos matrimonios eran permitidos por la niña, porque no ponían nada importante en juego, tanto su madre como Darren la seguirían queriendo... pero estaba segura que si ellos se enamoraban el uno del otro, la cosa cambiaría. Ya no tendría dos casas, dos coches... Tendría la mitad de todo lo que tenía ahora, por lo que, ¿para qué cambiar?


Darren se pasaba la vida canturreando. Hace años fue un buen cantante pero tuvo un tumor en la garganta, y eso le obligó a cambiar de profesión. Pero continuaba teniendo amigos cantantes, y por eso, en las fiestas siempre acababa por aparecer algún famoso. Así, Valentina tenía fotos con Iggy Pop o con David Bowie. “Guardalas bien”,  le decía Darren y  la niña corría a meterlas en su caja de cartón.


Gina es otra de las mejores amigas de Angela, sus padres son italianos y tienen dos heladerías en el centro de Londres, la tercera, Gina la ha transformado en un “garito”, como Angela dice textualmente, “en el que pasar el rato”. Hoy ha aparecido con sus dos hijos adoptivos: Omar y Klaus. Gina también canta, pero lo hace en un conjunto de Jazz  y cuando se va de gira,  los niños se mudan a la casa de Angela. 


Omar tiene once años, y es un prometedor pianista para satisfacción de su madre, aunque él quiere ser veterinario. De momento hace labores de buen samaritano, y tiene la casa llena de todo tipo de animales. Klaus carece totalmente de talento musical, lo suyo es el periodismo. Le gusta llevar un diario en el que redacta sucesos de la vida cotidiana, les da un título y pega fotos, y al final del año se lo envía a todos por correo. Gina y los niños han llegado tarde, y el motivo de ese retraso está dentro de una caja de cartón llena de agujeros.


- Tenemos a Iggy Pop dentro de una caja... -le dijo Omar a Valentina. El niño la besó y después le regaló una de esas miradas que no se olvidan jamás. Sus ojos grises sonrieron mientras hablaba.

Valentina se asustó, Omar nunca le mentiría.

- Mira, ven si no me crees -dijo agarrándola de la mano-. ¡Mamá, mamá! -gritó entre la gente. Todos se habían arremolinado en torno a la caja, pero nadie se atrevió a acercarse hasta que Omar y Valentina aparecieron. Omar

 ya se había agenciado un trozo de manzana, y se la dio en la boca a la iguana, que acabó por saltar a sus brazos.

- Nos la encontramos cruzando la calle... -dijo Gina -. Y claro -continuó encogiendose de brazos-, Omar saltó del coche corriendo tras ella. La acorralamos en un garage... y aquí estamos, con uno más en la familia.

Prudentemente alejado, Darren observaba a la iguana con asco, pues si bien en las giras de Gina los niños se mudaban a casa de Angela, él era el encargado de cuidar al resto de los inquilinos de la casa.

- ¿Es para mí? -preguntó Valentina, y a Angela le bastó con mirarla para quitarle la idea de la cabeza.

- Toma, dale de comer... -le dijo Omar tendiéndole el trozo de manzana que le quedaba.

- Eres tonto... no era Iggy Pop...

- ¡Qué poco sentido del humor tienes Valentina!


Detrás de ellos, siguiéndoles a todas partes,  iba  Klaus; con su libreta y su cámara de fotos. Pero Klaus,  no sólo les perseguía a ellos, sino que era capaz de estar en varias conversaciones a la vez, con él tenías que tener mucho cuidado. Y fue él, quién descubrió al “intruso”.


La mayoría de la gente había ido a la inauguración, y sólo los más allegados sabían que era el cumpleaños de Valentina, pero para estos últimos éste parecía el único motivo de celebración. Todos estaban hartos de ver los cuadros y las esculturas de Angela, e iban de un lado a otro como si estuvieran en el salón de su casa. 


- He descubierto a un español -dijo Klaus-. Está en la sala de al lado, bueno, son dos, un español y una española...

Valentina le miró con cara de poco interés, pero no le pudo contestar porque tenía la boca llena.

- Se lo voy a decir a tu madre... A fin de cuentas ella es española...


Pero Klaus no tuvo que decirle nada a Angela, porque cuando llegó a junto de ella pudo comprobar que estaban juntos. Se quedó un rato a su lado, embobado escuchándoles, pero pronto al ser incapaz de seguir la conversación decidió irse, no sin antes hacerles una foto.


- ¿Pero qué haces aquí? -le abrazó Angela-, ¡cuantos años sin vernos!

- Unos cuantos... -le dijo Julio.

- ¿Y qué haces aquí?, de vacaciones supongo.

- Más o menos. Mira esta es Susana, Susi para los amigos -dijo presentándole a la chica con la que iba-, y esta es Angela. 

- ¡Hola! 

- Pues a Susi le tocó un viaje a Londres... y esta mañana leyendo el periódico vi lo de tu exposición. No podía creer que fueras tú... 

- Bueno, no sé, podemos quedar después y cenar juntos. ¿Cuándo os vais?

- Mamá, Klaus me ha dicho que estás con “el intruso”... -le dijo Valentina al oído.

- Pero si tu sabes español... Mira, estos son dos amigos de España, Julio y Susi. Esta es mi hija Valentina...

- ¿Hija?

- Mamá estuvo casada tres veces... ¿verdad? -preguntó, buscando la aprobación de su madre.

- Pero eso no le importa a nadie. ¿Por qué no les cuentas que hoy es tu cumpleaños y así practicas un poco con tu español?... -y después le preguntó a Susi-, ¿de verdad te tocó un viaje?


Susi movió afirmativamente su cabeza rubia, y sus  labios de un rosa mortal dibujaron unas palabras que al principio le costó entender.


- Sí, fue en un concurso de la tele... -y sus labios se cerraron en un mohín.  Angela deseó que no se volvieran a abrir, no le gustaba la voz chillona de la chica.

- Bueno, prométeme que no te irás, que nos vemos en media hora y nos vamos a cenar... ahora tengo que seguir con mis invitados -hablaba agarrando a Julio del brazo, mientras su cara se ponía triste.

- ¿Estas bien? -la asaltó Darren-, ¿te puso de mal humor la rubia teñida?

- ¡Pero serás malo!... que yo sepa, tu pelo amarillo huevo no es natural... 

- Eso ha sido un golpe bajo... -Darren la besó en la frente, arrepentido-, ¿te traigo algo de comer?

Angela comenzó a caminar agarrándole por la cintura y acercándose a su cuello le dijo:

- Daría lo que fuera por una copa... No, no me digas que fuí yo la que decidió que todo fuera sin alcohol... 


Darren asintió.


- Tranquila, en una hora lo estamos celebrando en casa...

- ¿Por dónde andará la iguana de Omar? Ya sabes a quién le tocará cuidarla... Y dentro de quince días,  Gina se va.

La iguana, a la que ya habían puesto el nombre de Juana, estaba con los niños, dando brincos de uno a otro. Finalmente, se quedó en la cabeza de Valentina chupandole  el pelo.

- ¿De qué era ese tinte que le echaste a mi hija?... ¡aún intoxicaremos al pobre animal!



Cuatro días después, Gina se dejó caer por la casa de Angela,  porque Klaus ya tenía las fotos del cumpleaños. Gina estaba nerviosa y afónica, y temía tener que suspender la gira. Cuando Valentina la vio aparecer se abalanzó a su cuello,  para colgarse de sus dos trenzas azules.


- Cariño, en un par de meses tu también tendrás un par de trenzas... -la consoló, quitándosela de encima. 

- La verdad es que te quedan muy bien -le dijo Angela.

- ¿Qué sería de mí sin vosotras?... ¿me invitáis a un té?, tengo la garganta destrozada.

- Yo sé de alguien que se alegrará si tienes  que suspender la gira... -bromeó Angela perdiéndose en la cocina-. ¿Sabes si los niños quieren algo?

- No creo, ya se han perdido con sus fotos... Por cierto, no me había imaginado así a Julio...

Angela frotó con un paño las cucharillas de plata, su única manía y su único capricho era esa cubertería de fina plata.

- Yo tampoco le recordaba así...

- ¿Y qué me dices de su amiga?

- Sois muy malos... -le dijo tendiéndole la cucharilla.

- Nunca me vas a contar lo que pasó...

- No pasó nada fuera de lo normal. Le dí clases particulares de pintura durante unos meses... -se interrumpió-, ¿qué té quieres?

- Me da igual. Continúa.

- Y nada más, salimos un par de semanas... y después, él me dejó... Supongo que por mi culpa, porque yo no dejaba de hablar de los diez años que nos separaban... Y ahora, ya ves, nos siguen separando los mismos años... En fin...

- Sí, seguro que tú tuviste la culpa... conozco tus rollos con la edad... 


En ese instante Valentina entró corriendo en la cocina.


- Tengo las fotos...

- Ya lo sé.

La niña miró alternativamente a su madre y a Gina, y después volvió a desaparecer corriendo. 



Mi vida comenzó a cambiar el día de mi cumpleaños, pero hasta esa tarde del té, en que Omar y Klaus trajeron las fotos, no me di cuenta. Esperé a que se fuera Gina y después me acerqué a mi madre cargando mi caja llena de fotos. 


- ¿Qué quieres cenar? -me preguntó.

- Aún es pronto...

- ¡Toda Inglaterra ha cenado!

- Pero yo no soy inglesa... -le contesté, tendiéndole una de las fotos, en la que su amigo Julio me tiene en brazos y me abraza. Es un primer plano de los dos, y yo noto que mamá titubea-. Mira -añado señalando con el dedo 

la constelación de lunares que Julio tiene en el lado izquierdo del cuello, justo detrás de la oreja, la 

misma constelación de la Osa Menor que tengo yo.

- ¿No piensas decirme qué es lo que quieres?, ¿prefieres salir a tomar algo fuera?

- Mamá, ¿Cuándo sea grande volveré a verle?

- ¡Claro! -me dijo.

- ¿Y algún día él vendrá a buscarme?

- No, cariño. Nadie vendrá a buscarte, tranquila, que estaremos juntas para siempre.

- Eso ya los sé -le dije-, me refería a qué si algún día  él sabrá lo que sabemos tú y yo.   


Mamá se encogió de hombros y corrió a abrazarme. Esa noche

 nos fuimos las dos al cine, a ver una reposición de “La Bella y la Bestia”, una de esas pelis en blanco y negro. Las dos salimos llorando. La idea de haberle tenido tan cerca, la mera idea de que exista me ha hecho una niña distinta... y en parte se lo debo a Klaus, a Omar, a Darren y a Gina, mi verdadera familia.

5 comentarios:

LU dijo...

Primera parte realizada, me he leído vuestras entradas. Con este relato hoy ya no puedo. De todas formas ya lo conocía, y lo releo con calma para poder decir algo.
Ahora falta que me siente un rato a escribir un poco mi parte. En breve.
Biquiños a todos

Unknown dijo...

Bueno, no creo que sea de mucha ayuda, soy pésima criticando textos, pero igual te comento.
Cómo me suena esta Valentina... A mí me gusta como está, sólo me falta algo: presentas a tantos personajes interesantes que quiero saber más de su vida, son tan atractivos que despiertan mi curiosidad y quiero saber cómo es su vida, si ríen, si lloran y si toman café. Pero por otro lado el efecto que consigues al saltar de uno a otro es tan rápido que siento que sus "reuniones" son puro caos, alboroto y alegría, lo que no creo que consigas alargando el relato. Repito: ME GUSTA TAL COMO ESTÁ. Tal vez te haya pasado al escribirlo lo mismo que a mí al leerlo, querías contar la historia de Valentina y te encontraste con todos los demás, igual por eso no puedes decidir que ya está cerrado.
Siento no poder ayudarte un poco.
Besiños

LU dijo...

Pues la llevas cruda porque lo mio como “crítica literaria” es realmente un imposible. Soy simple, muy simple. Las cosas o me gustan o no. A veces me atrae la forma y otras el contenido.
Esta historia me encanta. La he vuelto a leer con suma atención, y me gusta incluso más. Sobre todo el mimo a los pequeños detalles, como el del pichi de Valentina (palabra emtrañable…).
Cuando conoces a la escritora, ves muchas cosas de la pesona, no tanto de su biografía; pero sí “temas” en los que te reconozco. Y eso lo hace más especial todavía.
¿A qué no te sirve de nada todo esto? Se siente.
Biquiños

Zadelia dijo...

Hola mis niñas, gracias por contestar tan rápido... sois geniales... bueno, pasado el período de piropos os cuento.
Primero a mi hay algo que no me encaja, quise hacer una historia de amor. En realidad lo que quería que la idea central fuera la historia de una mujer que ha querido a alguien y ha tenido una hija sin que el padre la sepa. A su vez también quería contar la historia llena de vida y alegría de su hija, una alegría que subraya esa tristeza que despierta no saber quien es tu padre, una vida donde no necesitas conocerle, pero una vida en la que la tristeza sí está ahí de forma latente... con curiosidad y con temores. El universo me parece bonito, así de simple pero reina tal vez demasiado caos. Nada de alargar pero buscar algún punto que nos lleve de la mano por todo ese bullicio.
Estoy teniendo una perspectiva nueva, como si pensar y pensar sobre ello unido a vuestras "sugerencias" me limpiaran las legañas. miauuuus. PD: hoy llueve!!!!

La Hechicera Pichuca dijo...

Hoy he vuelto a leer "Constelaciones", haciendo a conciencia las pausas en todos sus puntos y sus comas...
Me encantan las jugadas del destino cuando se suceden los "reencuentros casuales", es una de las cosas que me vuelven loca cuando veo una película o leo un libro.
Me encantaría poder disfrutar más despacio y con más detalle ese momento del relato.
Imagino si fuera yo la que se reencuentra con el padre de mi hija. Seguro sería muy intenso y me asusta un poco la naturalidad que tiene el personaje.
Pobre Valentina, no me gustaría verme en su pielecita de 6 años y darme cuenta del detalle de la osa menor...
Joder tía, que me ha encantado y lo volveré a releer!!!
Oye, ¿para cuándo la siguiente parte del camarero...? jo, venga anda...