domingo, 31 de agosto de 2008

nihara 1


Soltó un suspiro. Con un golpe de aire dejó escapar toda su impotencia. Convirtió aquel sonido en la única forma de expresar su desidia y aburrimiento. Cansada de palabras, ya no encontraba modo alguno de explicar las cosas. Tampoco lo buscaba.


Él la miró - ¿Por qué resoplas?_ preguntó con aire indignado,- ¿quieres que me vaya?-

Ella pensó en la extraña forma que tenemos de expresar nuestros deseos, transformándolos en preguntas de las que depende la respuesta del otro; con lo simple que sería decir "me voy, no quiero estar aquí ahora". Pero aun sabiendo esto, contestó con sequedad - No comprendo de dónde sacas tus conclusiones-
- ¿A qué te refieres?- comentó él, totalmente perdido
- Joder! yo soplo y tú deduces que quiero que te vayas.
- Yo no he dicho que tú quisieras eso, sólo lo he preguntado
- Bueno, entonces eres tú el que quiere marcharse quizá..
- Quizá...- concluyó él tímidamente, repensando su situación, no muy seguro de querer marcharse ni de querer quedarse.

Pero ella hurgó más, - entonces?, ¿te quedas o te vas?
- Con tanta insistencia parece que quieres que me vaya.
- Lo que no quiero es que te quedes si tú no quieres.
- Pues ya lo decidiré yo

Es curioso como no nos importa "responsabilizar" a los demás de nuestras acciones, ni rizar el rizo hasta el punto de no saber si uno quiere irse o la otra quiere que se vaya.
Minutos de silencio dejaron en el aire respuestas que jamás serían contestadas.

- Voy al baño- dijo ella, dándole la libertad de irse mientras tanto.

Desde el retrete escuchó con atenta inquietud todos los sonidos que pudieran oirse, pero sólo había silencio. De pronto se arrepintió de haberle pinchado para que se fuera, y decidió decirle todas esas cosas estupendas que le venían a la cabeza. En décimas de segundo imaginó una nueva conversación, donde todo sería perfecto y un abrazo final la haría sentirse segura de él, de todo.
Se miró en el espejo mientras sonaba la cisterna, y salió del baño con un semblante mucho más dulce y conciliador, segura del efecto que su mirada amorosa produciría en él..

De regreso por el pasillo le vio de lejos con el mando de la tele en la mano, y aunque sus ojos se posaban en la pantalla sin demasiado interés, ella se decepcionó al comprobar que no le dedicó ni una ojeada cuando entró en la sala.
Sólo después de un - ¿qué haces?- él la miró , pero el semblante dulce y las palabras planeadas en su cabeza segundos antes, se habían desvanecido.


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